En momentos en que en América se multiplican los proyectos de integración regional para adaptar los sistemas económicos locales a las necesidades de la globalización, Aleñá y Mercosur aparecen como verdaderos laboratorios del gran proyecto de un Área de Libre Comercio de las Américas apoyado por Washington y cuya implementación está prevista para 2005. Sin embargo, los límites internacionales heredados de la época colonial y de las guerras de independencia siguen desempeñando un papel importante en la organización de los territorios. Además, numerosas disputas fronterizas aún envenenan las relaciones entre países miembros de una misma comunidad. El establecimiento de bloques económicos de diversa importancia (en superficie, peso demográfico, poder industrial y financiero, etc.) es, pues, sólo una respuesta entre otras al problema latente del subdesarrollo latinoamericano. Sin embargo, a pesar de todas las declaraciones de intenciones de gobiernos y expertos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que hacen malabarismos con una serie de palabras clave cuyo significado varía de un país a otro (desarrollo sostenible, democracia, progreso social), el Norte -La división del Sur parece lejos de desaparecer, más bien al contrario, y las tensiones siguen siendo altas en los mercados y en las calles. Por eso parece necesario cuestionar las cuestiones y los límites de un proceso de integración que se presenta como inevitable pero del que todavía no sabemos la forma que podría adoptar, desde la simple zona de libre comercio (tipo Alena), hasta la unión monetaria. (tipo Unión Europea) – a menos que la dolarización de facto de las economías latinoamericanas ponga fin (temporalmente) a toda especulación